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Adiós, Claudia Kurzweil

Lágrimas de metacrilato para despedir a la diseñadora y artesana joyera Claudia Kurzweil, un corazón tallado en aluminio y bordado en fieltro, sus materiales preferidos, que a los 55 años de edad ha dejado de latir tras luchar en los últimos meses contra una larga y dura enfermedad.

Familiares, amigos y compañeros del mundo de la moda se reunieron ayer, viernes, en el tanatorio de Santa Lastenia de la capital tinerfeña para dar su último adiós a una mujer que rebosaba luz. Tras casi 40 años dedicada a la joyería contemporánea, Claudia Kurzweil deja un legado de arte y diseño único, digno de un museo.

Claudia soñaba con ser bailarina, pero el caprichoso destino se cruzó en su camino y la llevó a formarse en el oficio de la joyería.  Alemana de nacimiento, pero tinerfeña de adopción, ella recordaba en una entrevista concedida en 2014 a El Atelier Magazine que quería estudiar ballet clásico, pero “me presenté muy tarde, con 17 años, a la prueba de acceso y no me cogieron. Mi mundo se derrumbó, pero no desistí porque tenía claro que mi profesión futura tenía que ir vinculada a algo artístico”.

La joyera Claudia Kurzweil en su taller de La Laguna. / Foto: David Domínguez.

Fue así como empezó a estudiar con un reconocido ceramista de su ciudad, pero su familia insistió en que tuviera una titulación, lo que la llevó entonces a cursar joyería y orfebrería en la Universidad.  “En la vida hay causalidades y no casualidades. No pude ser bailarina, a pesar de que estuve en varias compañías, pero en cambio terminé siendo joyera. Una profesión que es mi verdadera pasión”, recalcaba.

Tras hacer prácticas en un taller de joyería, a Claudia le surgió la oportunidad de poder trabajar en otra ciudad alemana con un prestigioso joyero y diseñador industrial, con quien logró ampliar sus conocimientos como orfebre en los seis años en que se dedicó al oficio en su país. “Allí aprendí muchísimo, pues se trabajaba en oro y plata diseñando trofeos o regalos para competiciones internacionales o para la Casa Real belga, entre otras instituciones”. Todo era perfecto, hasta que un día sintió que necesitaba pintar de color esos grises días de lluvia que acompañaban su vida, lo cual la hizo aterrizar en Tenerife.

“Mi familia me regaló unas vacaciones en la Isla, a la cual llegué por primera vez hace más de 25 años. Me quedé en un hotel en Bajamar y recuerdo que el primer día dejé las maletas y me fui a dar un paseo junto al mar. Cuando contemplé la puesta de Sol noté que algo cambió en mi interior y, desde ese instante, cada vez que podía volvía a Tenerife. Así hasta que llegó un momento en que decidí empezar una nueva vida aquí. Encontré un trabajo vinculado al turismo y estuve varios años dedicada a ello, aunque sentía que me faltaba algo. Fue cuando empecé a comprar herramientas y poco a poco fui montando un pequeño taller en casa, donde realizaba piezas de joyería por encargo”, destacaba.

En el año 2005 obtuvo el carné de artesano del Cabildo, lo que le dio la oportunidad de mostrar sus creaciones en ferias, mientras que paralelamente seguía trabajando la alta joyería para determinados clientes. Oro, plata y platino conformaban, hasta entonces, la base de sus exclusivas piezas, hasta que la posibilidad de impartir clase de joyería en Icod cambiaría el ADN de sus creaciones. “Me contrataron para impartir unos cursos gratuitos que ofrecía el Ayuntamiento de ese municipio y, por tanto, necesitaba un material que no fuera muy caro para los alumnos. Por medio de un amigo descubrí el aluminio. Me habló de esta posibilidad, hice algunas pruebas y me di cuenta de que era muy manejable, Además, casi nadie lo usaba en joyería y también me permitía diseñar cosas grandes sin que pesaran. Así fue como empecé a trabajar con esta textura”, puntualizaba la diseñadora.

Claudia Kurzweil. / Foto: Carlos M. Anglés.

Creaciones tejidas del color de la plata que empezaron a fusionarse con maderas, piedras semipreciosas, telas, fieltros e incluso materiales reciclados, en una constante búsqueda de impregnar cada pieza de esa esencia diferente que define tanto el carácter como el arte que emana de Claudia Kurzweil. Joyas que beben de la arquitectura, de un momento, de una idea concreta que recogen los ojos de esta joyera para transformarse en lujo para lucir o sólo para ser admirado. “Mi trabajo se basa en crear formas a través del metal e intento sacar esa esencia que guarda en su interior, pero en forma de joya. Ahí radica la creatividad del artista y es lo que siempre transmito a mis alumnos”, añadía.

Claudia definía la base de su joyería contemporánea en la curiosidad, la investigación y la inquietud que siente por probar, combinar y mezclar materiales y formas. Para ella crear una pieza era un juego en el que fusiona ideas y sueños a pequeña o gran escala, una búsqueda constante de experiencias que le permitían expresar sentimientos sin necesidad de palabras. “Un pintor transmite sobre el lienzo y yo lo hago sobre mis joyas, a las que considero como un medio de comunicación más que definen a la persona que las lleva”, subrayaba.

Claudia Kurzweil amaba las formas geométricas, las líneas limpias y depuradas, vistiendo con reflejos de metal esa expresión de vida, de fuerza y de anhelos que ella transmitía en cada una de sus joyas.

Descanse en paz.

Texto: Mónica Ledesma.

 

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